El director de Roma ha lanzado Cinemóvil, un autobús equipado para convertirse en cine, que recorre México y proyecta la película por el país.
Tres horas antes, un lunes por la tarde. Imposible que Alicia Martín Plaza y sus amigas no consiguieran entradas. En una semana normal, les esperaría el desierto. Y, sin embargo, solo quedaba la fila dos. "No me había pasado nunca", relata esta mujer de 65 años. Se plantearon rendirse. Pero, ¿qué llevaba a tanta gente a la sala? Debía de valer la pena otro intento. El pasado miércoles, ante los madrileños cines Verdi, Martín Plaza sonreía: al fin tenía entrada para Roma.
El cine estaba casi lleno. Como muchos otros días. Incluso los Reyes se acercaron el jueves 6, el día de la Constitución, en la sesión nocturna. Al fin y al cabo, no habría más ocasiones para ver el filme de Alfonso Cuarón en la gran pantalla. Una semana en salas, hasta que pasara a estar disponible solo online, desde hoy, en Netflix. Un rumor que se difundió pero nadie confirmó. En el contrato no se explicita cuándo desaparecerá de la cartelera. Y los únicos cinco cines (en Madrid, Barcelona y Málaga) que proyectan la obra la mantendrán. Es decir, estará a la vez en las salas y la Red. A falta de datos —Netflix nunca los da, ni de visionados online ni ahora de taquilla—, se sumarán nuevos interrogantes al debate que enciende el mundo del cine: ¿la compañía quiere destruir el séptimo arte o los exhibidores son refractarios al cambio? ¿No habrá una solución intermedia?
De cara al público, chocan dos muros. El coloso audiovisual ha dejado claras sus reglas: garantiza la libertad y los presupuestos deseados a los creadores de sus series y filmes. A cambio cobra un precio: puede haber algún paso puntual por los cines, pero la prioridad es el estreno online, para sus 130 millones de usuarios. Tanto que Netflix ha vendido las tres semanas en salas que Roma tuvo en México como una muestra de buena voluntad. Lejos de verlo así, los exhibidores responden con una negativa que roza el boicot: los acuerdos tácitos suelen establecer una ventana de al menos tres meses —en España, los famosos 112 días que dividen al sector— entre el estreno en salas y en Internet. Siempre ha sido así y, consideran, siempre ha funcionado. Ni mucho menos piensan ceder ante una compañía que no parece valorar los cines y se muestra dispuesta a arrasar con ellos.
Somos
Ciberpasquinero
Ciberpasquinero
No hay comentarios.:
Publicar un comentario