Una de las atracciones culturales más visitadas durante la temporada de vacaciones de invierno en la Ciudad de México es el Templo Mayor, ubicado en el corazón del Centro Histórico.
Familias enteras de nacionales y extranjeros acudieron este domingo desde temprana hora a recorrer los pasillos para conocer las ruinas del que fue uno de los recintos más sagrados de México-Tenochtitlán.
Desde la calle Argentina, los visitantes de ese sitio, considerado por los mexicas una réplica del universo, se veían como hormigas por la numerosa cantidad que desfilaba por el sitio.
Los visitantes nacionales no tienen que pagar por ingresar los domingos, en cambio los extranjeros deben comprar un boleto que tiene costo de 70 pesos.
Estadunidenses, costarricenses, argentinos, suecos, alemanes, colombianos y de otras nacionalidades, que se mezclaban con los capitalinos y otros provenientes de distintas partes del país que se encuentran de visita en la ciudad, se maravillaron con las capillas dedicadas a los dioses Tláloc y Huitzilopochtli.
Una pareja de jóvenes, ella mexicana de nombre Ruth, y él alemán llamado Nils, explicaron que lo más atractivo para ellos son las ruinas y la dualidad que existe entre todos elementos que reúne este centro sagrado.
Laura y Daniela, turistas colombianas, acompañadas por sus amigos mexicanos Galilea y Andrés, aseguraron que encontraron en el Templo Mayor más de lo que esperaban, porque las ruinas están muy preservadas y hay esculturas enteras de la cultura prehispánica.
"Los colores en algunos relieves y las esculturas enteras son fabulosos, pensamos que los españoles durante la conquista habían terminado con todo, pero está muy chévere".
En el lugar mucha personas toman fotografías con cámaras, pero la mayoría hace uso de los teléfonos celulares y tabletas para captar las imágenes de este lugar que descubrió el arqueólogo y antropólogo mexicano Manuel Gamio, en mayo de 1914, y de quien se puede apreciar un busto instalado en el último tramo del recorrido al histórico lugar.
Muchos lanzan monedas a una especie de pozo ubicado casi al final del recorrido, le tratan de atinar al centro, en donde hay un hueco: la mayoría no tiene éxito.
Al final de este día, cuando el aire soplaba fuerte y despeinaba las cabelleras de los visitantes para hacer más tolerante el intenso sol que cubría el centro de la ciudad, la gente salía visiblemente satisfecha del ilustrador recorrido.
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