Colima, Conacyt / ciberpasquinero
En la Red Temática de Estudios Interdisciplinarios sobre Vulnerabilidad, Construcción Social del Riesgo y Amenazas Naturales y Biológicas, investigan los santos patronos relacionados con desastres en México y países de Iberoamérica.
El doctor en antropología por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Raymundo Padilla Lozoya, nivel I en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), señaló que en Colima hay objetos y esculturas religiosas ubicadas en lugares especiales, ya que algunos son considerados protectores y otros son marcas de desastres que han ocurrido en el pasado.
"Por ejemplo, en Cuyutlán, en el municipio de Armería, se encuentra un Cristo color blanco en la entrada del poblado, a un lado de la ferrovía que, según describen los informantes, esta imagen religiosa está ubicada justamente en el lugar donde terminó la ola del tsunami del 22 de junio del año de 1932", mencionó el profesor investigador en la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima (Ucol), experto en estudios sobre riesgos y desastres.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Cómo se relacionan estas creencias con la ciencia?
Raymundo Padilla Lozoya (RPL): Desde el punto de vista científico es complicado si lo observas a través del cristal de la racionalidad científica fisicalista que suele imperar en las ciencias naturales, pero para las ciencias sociales y las humanidades estas evidencias son parte de las respuestas que desarrolla cada sociedad con base en un amplio marco contextual.
Como antropólogo respeto las creencias y estudio la forma de utilizar ese conocimiento ancestral y ritual para incorporarlo al tema de los riesgos y la prevención de desastres. En algunos casos, estos símbolos religiosos son una vía de acceso al esquema interpretativo que tiene la población y le sirve para desarrollar una percepción de seguridad, aunque sea simbólica y, en otros casos, son señales de desastres ocurridos, a veces perdidos en la historia.
AIC: ¿Cómo surge este tema?
RPL: En una reunión en la Ciudad de México, realizada el año pasado, cada uno de los integrantes del comité de la Red expuso un tema en el que estaba interesado en profundizar.
Estrategias adaptativas ante los riesgos por huracanes en Cuyutlán, Colima, y en San José del Cabo, Baja California Sur. Cuando estaba haciendo trabajo etnográfico, recorrí las calles y anoté en mi diario de campo las características de las viviendas, materiales, ubicación, técnica, pero gradualmente noté un patrón en el uso de imágenes religiosas en el interior y exterior.
De mi parte expuse parte del trabajo de campo que realicé para la tesis doctoral que se llamóAl principio fue algo curioso, pero después noté en la playa de Cuyutlán una escultura de Santa María del Mar, que al pie tiene unas conchas marinas, arena y una estrella y tiene su mano levantada en dirección hacia el mar. Esta imagen es considerada por los pobladores como una protectora contra maremotos, marejadas y otras amenazas asociadas al mar.
Casi a la par noté que una de las conmemoraciones más importantes en el estado es la festividad de la Virgen de La Candelaria, el 2 de febrero en Tecomán, pero al indagar encontré que esa conmemoración aumentó su escala después del tsunami de 1932 porque según los creyentes de este municipio cuando fueron a visitar a la Virgen de Tecomán descubrieron que sus pies estaban llenos de arena. Para los tecomenses, la Virgen de La Candelaria salió a la playa y detuvo que el maremoto destruyera Tecomán.
También en Colima se tiene como santo patrono protector contra incendios y temblores a San Felipe de Jesús. Es un personaje nacido en el siglo XVI, santificado en el siglo XIX. Pero inició en 1609 la devoción del pueblo colimense a San Felipe de Jesús. A este santo le dediqué varios meses de estudio porque me pareció un personaje muy enigmático, interesante por ser el primer santo mexicano y plenamente vinculado con una amenaza frecuente en Colima. Me propuse entender por qué se le adjudicaba una responsabilidad tan grande como protector contra sismos a un personaje que murió muy joven, a los 25 años de edad.
En el libro Imaginarios y representaciones sociales y culturales en transición publiqué el capítulo "Representaciones de San Felipe de Jesús, santo patrono contra incendios y temblores", disponible en línea, donde expliqué la relación de este santo con los desastres durante su vida y el fatal desenlace que lo llevó a la crucifixión, así como las razones por las que fue implorado por el pueblo colimense.
En conjunto, noté que las figuras religiosas tienen una gran significación y la población colimense es muy devota por considerarlas protectoras ante las peores amenazas naturales.
Esas investigaciones las expuse en una ponencia que realicé dentro de la misma Red en el seminario internacional: "Desastres, amenazas naturales y biológicas, construcción social de riesgos y resiliencia en perspectiva histórica. Casos iberoamericanos". Después de la conferencia, varios investigadores de México e Iberoamérica coincidimos en que en nuestros estudios sobre desastres nos habíamos encontrado este tema y que era necesario exponer los casos en un libro para hacer notar estas prácticas como una de las más extendidas respuestas que las sociedades han perpetuado por siglos ante los desastres.
Avances de ese estudio los expuse recientemente en la conferencia Santos patronos contra amenazas naturales en el México colonial, en la Academia Mexicana de la Historia, como parte del ciclo de conferencias denominado Historia de los Desastres y Desastres en la historia de México, coordinado por la reconocida historiadora Virginia García Acosta, en donde varios colegas expusimos diversos temas atractivos para la población.
AIC: ¿Cuál es la finalidad de este tipo de investigaciones?
RPL: Con esta investigación me propongo, entre otras cosas, evidenciar estas expresiones religiosas como parte de una amplia estrategia simbólica de protección ante las amenazas naturales que incide de manera directa con un elemento importantísimo en la recuperación posdesastre que se llama resiliencia, que es la capacidad que tenemos los individuos para recuperarnos positivamente después de un impacto severo.
Me explico brevemente, la religiosidad y los santos patronos a lo largo de los siglos han reunido a las sociedades después de un desastre, es decir, los pobladores tras una tragedia se reunían para efectuar una rogativa y pedirle al santo patrono protector su clemencia y su intervención ante Dios y su perdón por los pecados cometidos, por lo cual consideraban que los habían castigado con una inundación o un temblor.
Así, estas imágenes y conmemoraciones reúnen una gran cantidad de población durante las rogativas, novenarios, misas y otros rituales, es decir, tienen un gran impacto y convocatoria entre la sociedad, el cual podemos analizar como parte de un comportamiento estratégico que ha brindado cohesión social y ha evitado problemas como el éxodo o el desplazamiento posdesastre. Es un comportamiento extendido en el mundo católico.
Desde finales del siglo XVI, se han nombrado santos protectores para cada comunidad, pueblo, ciudad o país donde existen católicos. Es notable una gran variabilidad de santos patronos, por ejemplo la Ciudad de México está protegida por cuatro vírgenes, ubicadas cada una en los cuatro puntos cardinales: al poniente está la Virgen de los Remedios, que es protectora contra escasez de lluvia, sequía y enfermedades como epidemias y fiebres; al norte, la Virgen de Guadalupe, que es protectora contra inundaciones y epidemias; al oriente está la Virgen de la Bala, que es protectora contra enfermedades como la epidemia de 1737, y al sur está la Virgen de la Piedad, que es defensora de distintos tipos de amenazas. Cada una tiene un culto especial.
En la Red estamos investigando, entre otros temas, también las estrategias adaptativas, es decir, las formas en cómo las sociedades a lo largo del tiempo han enfrentado distintos tipos de amenazas naturales. Y coincidimos en que conocer las prácticas culturales de las comunidades es imprescindible para el éxito de los programas de intervención en la reducción de riesgos de desastre. Los rituales religiosos son como una puerta para comprender el imaginario social asociado a la protección simbólica ante manifestaciones naturales consideradas extremas por la población.
Estrategias adaptativas
AIC: ¿Son estratégicas esas conmemoraciones religiosas?
RPL: Estas formas de manifestación religiosa las caracterizo como estrategias adaptativas simbólicas de enfrentamiento ante amenazas naturales, ya que son una de las formas como la población ha percibido cierta protección —simbólica insisto— ante amenazas que le son muy importantes. Y noto en ellas tres elementos que considero imprescindibles en toda estrategia: la escala, la frecuencia y el plan.
Durante algunos meses he analizado varios casos para caracterizar en ellos la escala local, regional, nacional o internacional de la percibida protección simbólica. Hay que recordar que en México cerca de 80 por ciento de la población es católica y cree en estos tipos de protecciones. La frecuencia con que se invoca públicamente la protección puede ser anual, por evento desastroso o por juramento; y el plan se ubica en todos los acuerdos, procedimientos administrativos, documentos, permisos, sanciones y el orden que han acordado las autoridades religiosas y las civiles para autorizar y perpetuar estos rituales protectores.
Considero que es importante estudiar estos temas con seriedad y desde una perspectiva académica porque son expresiones culturales muy difundidas y arraigadas. Y cualquier investigador o institución que se proponga desarrollar un programa o un proyecto social de gestión y prevención de riesgos y desastres invariablemente debe involucrar la dimensión cultural propia de cada comunidad y en cada una es imprescindible la religiosidad. Las sociedades solamente atienden los riesgos que perciben. Y si planeas gestionar los riesgos, debes comprender las creencias de la población para entender cuáles son sus amenazas y las opciones que considera protección y prevención
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